Ya comenzaron en TW los abogados patriarcales con el mansplaining jurídico. Imagínense, reducen la lucha feminista (que también implica que la vida y la libertad psicológica, física y sexual de las mujeres sean bienes jurídicos protegibles/protegidos por el estado) a un pedido voraz de aumento de penas, al más puro estilo de la derecha socialcristiana. Como abogada, como persona interesada en la defensa de los derechos humanos, como convencida de que la cárcel no es la solución a los profundos problemas sociales, como idealmente abolicionista penal, estoy de acuerdo en la injusticia estructural de sistemas penales que no rehabilitan. Sin embargo, humanamen
te, tengo tensiones internas porque entiendo, desde el feminismo que históricamente el derecho penal ha sido profundamente patriarcal y que ha ignorado, hasta hace poco, las múltiples violencias hacia las mujeres como actos punibles. Hace años la violación sexual de la mujer era delito contra la propiedad del hombre, hace años no era punible la violación dentro del matrimonio, hace años no había responsabilidad penal igual si se mataba a la cónyuge en flagrante adulterio, se podía cometer infanticidio por causa de honor, la violencia hacia las mujeres en los hogares era un derecho de los varones, etc. Si somos abolicionistas penales luchemos, por ejemplo, por despenalizar el aborto. Está ampliamente comprobado que penalizar el aborto no evita que cada cuatro minutos una mujer aborte en el Ecuador. Con la violencia es distinto. Si hay mecanismos de "mediación" de la violencia en relaciones esencialmente de poder, si no hay actuación eficiente del estado en la protección a las víctimas y en la investigación y sanción de los crímenes, si campea la impunidad, la violencia escala, el mensaje social es que la vida de las mujeres vale menos y tenemos, como ahora, un aumento lamentable de femicidios. La lucha feminista contra la violencia no se reduce a más tipos penales. No es una revancha punitiva. Es una apuesta integral por sistemas de prevención, atención y protección a víctimas y también investigación, sanción y reparación integral de derechos. ¿Quién quiere usar el sistema penal? Por supuesto que nadie. Quisiéramos que la violencia no ocurra. Si queremos, como sociedad, abolir el derecho penal, tomemos esta tarea como de todxs, no sólo como una lucha feminista. De acuerdo en que hay conductas humanas que deben ser despenalizadas. La violencia no. Porque es volverla asunto doméstico, privado. Porque es pensar que es normal, natural, por cotidiana. No es normal. Debe escandalizarnos. Necesitamos mirar también los derechos humanos de las víctimas y de sus familias. De acuerdo en que aumentos de penas no resuelven la violencia. Pero relajar el aparato punitivo precisamente con la violencia de género es muestra más de un derecho penal patriarcal que de un feminismo humanista. Yo sospecho de cualquiera que usa el feminismo como bandera, para señalar, por ejemplo, la contradicción entre un sistema de igualdad y lo jerárquico y patriarcal, per se, del derecho penal. Por ejemplo cuando no se mira la integralidad de la propuesta feminista. Sabemos que en violencia de género el sistema penal ha fracasado. Porque por la dinámica de las relaciones de pareja no siempre es efectivo. Pero fracasa no por exceso de aplicación sino más bien por inobservancia. Porque las víctimas no son adecuadamente informadas y protegidas cuando denuncian, porque los procesos son revictimizantes, porque hay conductas que la ley no considera violencia, porque hay demoras en los procesos, por la dificultad de la prueba. El acceso a la justicia de las mujeres es complejo. Creeré que somos feministas revanchistas penales con sed de venganza cuando vea que el sistema penal es efectivo para investigar, perseguir y sancionar los delitos contra nuestra vida, integridad y libertad. No es efectivo. Sí, es detestable. Sí tenemos que deconstruirlo. Pero todxs. No sólo quienes nunca nos hemos beneficiado de sus efectos.
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