Sobre las niñas, pequeñas ciudadanas, en su día clásico

De mi niñez recuerdo poco. Sobre todo asocio mi infancia con objetos. Un peluche, un vestido de marinerita, los zapatos del colegio de mi ñaña Gabriela, su falda plisada a cuadros, que se movían de un lado al otro mientras yo gateaba en el comedor de la casa y trataba, desde entonces, de captar algo del mundo. También recuerdo la lonchera amarilla que usé en el kínder y que tenía un perrito estampado y era plástica, y que una vez pensé que fue hurtada por otra niña. Quise quitársela violentamente, hasta que supe que la de ella era de un payaso. En esa parvularia rencilla, que me dibujaba una oponente natural, todavía no imaginaba que con la niña de la lonchera y con las otras niñas, teníamos más en común que motivos de pelea.

Hablo de una niña privilegiada, de una infancia feliz, de la mía. De cómo vine al mundo sin saber que el mundo ya estaba estructurado en un orden aparentemente natural. Quizás, son las niñas precisamente, quienes ocupan la escala más baja en la pirámide social. El comercio de muñecas y princesas nos muestra una imagen idealizada y rosa de las niñas. Las niñas dulzura, las niñas casa, las niñas juegos, las niñas amor. Pero la infancia, como he dicho muchas veces, sigue estando en la peor indefensión.
Un libro que me encanta, “Mi historia de las Mujeres”, de Michelle Perrot, tiene la capacidad de narrar con belleza y dulzura las cosas más devastadoramente ciertas y tristes de la condición femenina. Está centrado en la historia de Francia, que nos han hecho pasar mucho en escuelas y colegios como universal. Pero la exclusión a las mujeres se repite, en distintos países, tiempos y culturas y es particularmente cruel con las niñas. Así que podemos tomar varios datos y relacionarlos con lo que vivimos aquí: “Empecemos por el principio, el nacimiento: la niña es menos deseada. Anunciar "Es un varón" es más glorioso que decir "Es una niña", debido al valor diferente atribuido a los sexos, lo que Francoise Héritier llama la "valencia diferencial de los sexos". En los pueblos de antaño, las campanas repicaban menos tiempo por el bautismo de una niña, así como por el entierro de una mujer. El mundo sonoro está sexuado.” Recuerdo que a mi padre, un hombre sensible y artista, mucha gente le tenía pena porque no había podido engendrar “un varón”. Como que siempre quedó flotando por ahí el deseo de que naciera el primogénito de la familia. Como si tres mujeres juntas no tuviéramos el suficiente valor, para hacer “uno”. Yo no tenía todavía conciencia feminista, sin embargo, me preguntaba qué habría en un hombre que pudiera valer más. A veces escuchaba que las mujeres veníamos al mundo para sufrir. Que por tanto, era preferible que los niños nacieran varones.
Pero pudimos llegar a este mundo. No sucede con otras niñas. Como dice mi amiga Michelle: “El infanticidio de niñas es una práctica muy antigua y sigue siendo masivo en India y sobre todo en China, a causa de la limitación a un hijo único: se elimina a las niñas (actualmente sobre todo se aborta) hasta tener un varón. Ésa es la causa de que falten millares de niñas, a punto tal que en 1986 las sociedades de obstetricia y ginecología de India declararon "crimen contra la humanidad" al "feticidio" femenino. Se profundiza un déficit demográfico de niñas que comienza a preocupar a los demógrafos como un posible freno a la reproducción”. Este desequilibrio de género en China, hace que millones de solteros viajen a países como Vietnam o Brunei para buscar esposas, por las que pagan miles de dólares, si son vírgenes. En el mundo nos faltan al menos 100 millones de niñas por la práctica del aborto selectivo de fetos femeninos.
Continúa Michelle Perrot con la descripción de la primera infancia: “es relativamente asexuada. La palabra "bebé" funciona como una denominación neutra. Hasta los 3 o 4 años, los niños visten casi la misma ropa, usan el mismo largo de cabello, juegan a los mismos juegos, viven en las faldas de las mujeres. En los asilos se confunden las niñas y los varones. Luego comienza un lento proceso de sexuación”. (El aprincesamiento, en nuestros tiempos). Ya lo decía Simone de Beauvoir en El segundo sexo, “La pasividad que caracteriza esencialmente a la mujer “femenina” es un rasgo que se desarrolla en ella desde los primeros años. Pero es falso pretender que se trata de una circunstancia biológica; se trata de un destino que le ha sido impuesto por sus educadores y por la sociedad”. Así, desde pequeñas, a las niñas nos enseñan, les enseñamos, a ser como muñecas. A ser dóciles, cariñosas, cuidadoras, a servir a los otros y a las otras.
La vida de las niñas ha estado oculta en la historia. Quizás una de las primeras historias que tiene a una niña por protagonista, es Alicia en el país de las Maravillas. Antes, las niñas estaban invisibilizadas en el arte, en la cultura, en la pintura, en la fotografía. Las niñas, además, están más vigiladas, más encerradas y controladas que sus hermanos. Desde pequeñas, a las niñas de sectores populares, campesinos y obreros, se les pone a trabajar en tareas domésticas y de cuidado. Se les retira precozmente de la escuela. Del total de personas analfabetas en 2010, en Cuenca, el 74% son mujeres y el 26% son hombres. Y en el mundo, 62 millones de niñas no van a la escuela. Las niñas, en muchas familias, están destinadas a reemplazar a sus madres en labores de cuidado y trabajos domésticos. Se las domestica, pero no se las instruye. Su educación no va al mismo ritmo que la de los varones. Trabajarán más horas y accederán a ocupaciones y empleos peor pagados. Comerán menos. Dormirán menos. Jugarán menos.
Las niñas son más propensas a vivir violencia sexual y a maternidades forzadas como consecuencia de esa violencia, sin acceso a educación sexual, anticoncepción de emergencia ni a interrupción legal del embarazo. Ecuador ocupa el segundo lugar en porcentaje de embarazos adolescentes en la región, luego de Venezuela. Sólo un 10% de niñas que viven violencia sexual, la denuncian. El embarazo de niñas menores de 15 años es consecuencia de violación sexual en hogares. De 2002 a 2010 se incrementó el embarazo en menores de 14 años en 78%. 2000 niñas menores de 14 años se embarazan anualmente en el Ecuador. En el cantón Cuenca, el 63% de adolescentes embarazadas, no estudia, una clara discriminación de género. Y esto incide en la eternización de la espiral de la pobreza. Quienes tienen hijos/as entre los 12 y 14 años, vuelven a tenerlas/os antes de los 18. Ser madre adolescente incrementa la condición de pobreza en un 18 al 28%. En el Ecuador, el 75% de madres adolescentes están en la población económicamente inactiva. Una madre adolescente recibe 90% menos salario que una madre adulta. Asimismo, por cada año de educación, los ingresos de las adolescentes y las mujeres, aumentan en un 10% para ellas y para sus familias. Las madres tienen un nivel educativo primario en un 48% y 30% de nivel secundario, con variaciones por grupo étnico. En áreas rurales, la fecundidad es 30% más alta que en zonas urbanas. En Azuay, 3 de cada 10 embarazos son de adolescentes. (Algunos datos los he recogido de Cristina Burneo, et. al., 2015, en “De la Enipla al Plan Familia”).
Las niñas más privilegiadas, en cambio, son víctimas del consumismo. De los intentos del mercado de armar reinados infantiles de belleza. De poner, desde pequeñas, nuestro valor en nuestro cuerpo. La presión de ser bellas, blancas, altas, delgadas. De estar a la moda. De construirnos princesas para encontrar un príncipe que nos rescate de nuestra soledad. De recortar, cada vez más, la inocencia y la dulzura de la infancia, envolviéndonos en lógicas adultas de estética y comportamientos. La hipersexualización de las niñas es un fenómeno que se toma, vorazmente, a las niñas de los países más desarrollados. Esos harenes de occidente que ya han sido denunciados por el feminismo y que, en el paradigma del neoliberalismo sexual, se presentan con el disfraz de libre elección.
De ahí la importancia de trabajar con y por las mujeres: para que conozcan sus derechos, accedan a ellos, los ejerzan. Especialmente en el período de la infancia, fundacional, que debería ser de alegría, recreación, estudio y aprendizaje. Así lo es para muchas personas que recuerdan con inmenso amor su infancia. Para quienes tienen hijos e hijas y trabajan por un mejor futuro para ellas y ellos.
En el Día de la Niña, conmemoración que proponen las Naciones Unidas cada 11 de octubre, tenemos un momento para reflexionar sobre la etapa iniciática de más de la mitad del género humano. Ser niña es el mayor factor de riesgo para millones. Como dice Amelia Valcárcel, “el feminismo es un internacionalismo. Y una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil”. Así que la lucha nuestra debe ser global. Mirar más allá de nuestras comodidades, de nuestras infancias probablemente felices. Ver lo que pasa con las niñas del área rural, con las niñas indígenas, afrodescendientes. Con las niñas lesbianas, con las niñas con discapacidad. Con las niñas kurdas y con las niñas chinas.
Estos datos, de diversas fuentes*, nos muestran una realidad todavía difícil para las niñas en el mundo. Y son realidades evitables con acciones efectivas desde los gobiernos y desde la lucha social:
1. La mitad de las agresiones sexuales que se cometen en el mundo, las sufren las niñas menores de 16 años.
2. Cada siete segundos una niña menor de quince años contrae matrimonio.
3. En situación de conflicto, las niñas son más vulnerables. Durante el brote de Ébola, en Sierra Leona, más de 14.000 adolescentes quedaron embarazadas. Una de cada cuatro adolescentes refugiadas sirias es obligada a casarse.
4. De los 21 millones de víctimas del trabajo forzoso en todo el mundo, poco más de un cuarto son niños. Las niñas se ven más afectadas por la explotación sexual forzada.
5. 14% de las niñas que viven en países en desarrollo, se casarán antes de cumplir los 15 años.
6. Nueve de cada diez menores que trabajan en el servicio doméstico son chicas de entre 12 y 17 años.
7. 140 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital. 30 millones de niñas corren el riesgo de ser víctimas de mutilación genital femenina en la próxima década.
8. 2,6 millones de niñas y mujeres viven en países donde la violación dentro del matrimonio no está tipificada como un delito.
9. La mortalidad materna es la segunda causa de muerte en las adolescentes de 15 a 19 años de edad (después del suicidio).
10. Cada año, 2, 5 millones de niñas menores de 16 años dan a luz. El compromiso mundial de empoderar a las niñas y las mujeres en el mundo, debe conmovernos. Pensar la infancia como una oportunidad de ejercicio de derechos. Apostar por las mujeres, como las principales encargadas del cuidado, en la realidad, en sus hogares, para su autonomía física, económica y de decisión, pues mayores ingresos y años de educación en las mujeres, reportan un mejor futuro para sus hijos e hijas.
Por las niñas que nos faltan, por las niñas-madres, por las niñas violentadas, por las niñas sin acceso a educación, por las niñas mutiladas, por las niñas explotadas laboralmente, por las niñas borradas de la historia, por las niñas-princesas, por las niñas que hacen el trabajo peor pagado del mundo, o gratuito, por las niñas que serán obligadas a casarse, por las niñas que pasan hambre y frío, por las niñas que sirven a sus hermanos varones, por las niñas de vidas robadas. Por todas, que no nos falte ninguna. Por la Manuela, mi sobrina, por las niñas que fueron nuestras madres y abuelas.
Las niñas nos necesitan feministas. Las niñas que fuimos, las que no fueron y las que vendrán. El feminismo es la mejor forma de prevención de la violencia. El feminismo, ese internacionalismo, ese horizonte utópico, ese movimiento social, esa opción política, esa militancia de vida. Las niñas nos necesitan feministas.
*Los datos los he traído de diversas fuentes: UNICEF, ONU Mujeres, Plan Internacional, MSP, INEC, Proyecto CERCA, Cristina Burneo, “De la Enipla al Plan Familia”, Save the Children, entre otras.

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