Tenemos que continuar trabajando en la difusión de una educación en igualdad. Diversos estudios demuestran que en las y los adolescentes, especialmente del área urbana, está asumido que mujeres y hombres gozamos de igualdad de derechos. He conversado con adolescentes y es llamativo que para muchos/as la desigualdad no existe. Aún compartiendo con ellxs cifras de violencia de género, brecha salarial, uso del tiempo, feminización de la pobreza, déficit de paridad política, entre otros indicadores, para muchxs es determinante un entorno inmediato en el que o no están presentes, o, con mayor seguridad, no se visualizan las asimetrías y desigualdades. Tal vez porque los roles de género están muy naturalizados. Una frecuente pregunta, aunque desde quienes la hacen no hay un interés verdadero por conocer razones sino por refutarlas y rechazarlas a priori, es por qué no trabajamos la violencia contra los hombres. Explicamos que la violencia de género amparada en un sistema de desigualdad, afecta a las mujeres y no es una realidad intuitiva, sino estadística. Más del 90% de denunciantes son mujeres, más del 98% de agresores son varones. Que luchemos o que informemos sobre la violencia hacia las mujeres, no quiere decir que neguemos otras, sino que la violencia hacia las mujeres es tan percibida como natural, que muchas veces pasa inadvertida. Por eso es fundamental trabajar en revertir los llamados "micromachismos", esas actitudes "sutiles", cotidianas y constantes que nos siguen confinando a los límites de lo que espera la sociedad de mujeres y hombres. En muchos grupos de adolescentes son algunas chicas quienes toman la palabra y se ven realmente enojadas porque no hablamos de la violencia hacia los hombres. Y yo les digo que sí hablamos de esa violencia. La violencia hacia las mujeres es también violenta con los agresores. Las leyes también protegen a los hombres agredidos. Hay mujeres que ejercen violencia. Hay hombres víctimas. La diferencia es que esas violencias no están amparadas en un contexto de desigualdad que es estructural y que está tejido en nuestras fibras íntimas. Y, hablando de femicidio, sí, los hombres mueren más en circunstancias violentas. Porque la masculinidad hegemónica es violenta. Porque los matan otros hombres. Pero es infinitamente menos probable que a un hombre le mate su pareja. A una de cada dos mujeres asesinadas, les priva de la vida su propio compañero.
Esa es la diferencia. Y saber la diferencia es clave, para reconocer la violencia y prevenirla. Un comentario árido, pero necesario, lo matizo con este mensaje dulce. Porque tengo mucha esperanza en la juventud y su capacidad de agencia y de cambio y porque no me enoja lo que digan lxs jóvenes, aunque no estén de acuerdo conmigo. Me hubiera gustado saber desde pequeña estas cosas y creo que debemos seguir, aunque no nos escuchen. Si hay mujeres que no miran la violencia, que se enojan con las feministas, que rechazan que no prioricemos en nuestros discursos a los hombres (que los hombres ya tienen todos los espacios hegemónicos, pero ese privilegio se invisibiliza), seremos las primeras en organizarnos y apoyarlas cuando lo necesiten. Porque creamos o no en el feminismo, todas le debemos algo. Todas lo necesitamos. Más lo necesitan las que creen que todo está bien, aunque sea para decirnos que sí, que otra vida es posible y que si su entorno es una maravilla de equilibro e igualdad, se lo debemos a tantas mujeres luchadoras que rompieron los moldes y a los varones que desafiaron destinos de opresión y dominación.
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