La crítica literaria feminista no es consecuencia de #MeToo.
Es un trabajo que se hace desde muchísimos años. En 1970 Kate Millett
desmenuzó las obras de Henry Miller de pretendido erotismo. Miller fue
censurado por el puritanismo por sus referencias francamente
pornográficas -fue estigmatizado al punto de que su obra no pudo ser
publicada en Estados Unidos, su país natal, hasta 1961, es decir, 27
años después de su aparición-, y burlado, posteriormente, con lucidez,
sarcasmo y agudeza, por la crítica feminista.
Gran diferencia.
Los motivos de la censura puritana eran unos (obscenidad, atentado a la moral y las buenas costumbres) y el análisis feminista dejaba ver otras cosas: la hiperbolización de la potencia sexual masculina, la violación sexual como modus vivendi y el patetismo detrás de la inverosimilitud de las narraciones, que señalaban a las víctimas como seres "maleables e inconsistentes como la arcilla común, que ejecutaban con sorprendente docilidad las órdenes del héroe y protagonista que les daba con el único propósito de humillarlas y ennoblecerse", palabras de Millett. En una escena el portentoso héroe obliga a su víctima a caminar desnuda y de cabeza sobre sus manos y a recorrer la habitación de esta forma, durante un tiempo prolongado. Millett señala lo absurdo de la escena y también el mensaje detrás de eso.
Pero todos los Trópicos de Miller viven, con las mordazas su obra no ha dejado de circular. Es bueno que se la pueda leer (si alguien lo desea) desde una mirada crítica. Asimismo, la crítica feminista al derecho penal busca despenalizar el aborto desde la libertad y la igualdad, y también proteger bienes jurídicos tradicionalemente relegados, a través de la prevención, investigación, sanción y reparación de conductas que antes eran consideradas "normales" o quedaban como problemas privados (p.e. violencia de género, esclavitud sexual, feminicidio).
No hay que olvidar que el feminismo es un humanismo y una filosofía que defiende las libertades y eso lo ha hecho impopular desde siempre. Que el populismo penal (enarbolado históricamente por la derecha socialcristiana y alimentado por las ansias de seguridad de las mayorías que creen que con cárcel se solucionan los problemas, a costa de los más pobres) que pide pena de muerte a los violadores y feminicidas tome a las demandas feministas distorsionadas como pretexto para ganar empatía, no debe ser imputado al feminismo, sino a lecturas aprovechadas que lo instrumentalizan y a posiciones reaccionarias del mismo conservadurismo de siempre y de su efectismo populista.
Que el feminismo apueste por lecturas críticas de las obras de arte, al alcance de todxs, no significa que se quiera llevar al patíbulo a los escritores machistas o a las obras que lo sean. Ni siquiera se debe buscar censurarlos, porque eso es peligroso, en una sociedad donde la censura se maneja desde el poder y los valores que defiende, que casi siempre son conservadores y discriminatorios. Los escritores tienen que saber que el público ya no recibe pasivamente las obras y que hay otras narrativas, otras voces. Que se puede crear sin discriminar o que se si algo se escribe, es susceptible de crítica. Así como cosas impropias, erráticas o deleznables pueden publicarse, criticarlas es parte de la libertad de expresión.
Nos dicen ahora que el feminismo es "el mayor enemigo de la literatura"cuando el machismo es el mayor enemigo de las mujeres. Sé que estamos en una coyuntura complicada que no admite matices, pero quien no quiere verlos y asume que el feminismo es censor, no sabe qué es la crítica literaria feminista y banaliza la censura. Sólo reprime el derecho a criticar, que también es libertad. Y el derecho a la crítica es lo único que queda a quienes no tienen el poder de expresarse o el éxito de los escritores del canon patriarcal y su amplísimo prestigio y difusión.
Por eso, confundir "feminismo" con "puritanismo" es falaz, como también lo es endosar al feminismo escenarios apocalípticos y reprochables como censuras, humillantes autocríticas (práctica estalinista que obligaba a los intelectuales a retractarse públicamente de ideas no afines al régimen), exterminio, exilio y suicidio de escritores. Poner la crítica feminista al nivel de los totalitarismos de izquierda y de derecha y de las iglesias inquisidoras, es lo mismo que decir "feminazi", es mentir.
Los matices, hoy más que nunca, son importantes. No se ha inventado nada, han llegado muy polarizados al debate público, con la difusión que permiten las redes sociales, antiguos planteamientos. Ahora que el feminismo "está de moda", muchas personas sin conocimiento de cuál es la integralidad de sus propuestas se escudan en él para justificar lo injustificable. Como quien pide pena de muerte o cadena perpetua a los agresores de mujeres. O la misoginia de siempre le atribuye al feminismo un poder que no tiene y que nunca querrá tener: el de oprimir al revés, que es insensato y contrario a la igualdad.
Para volver a las claridades y los matices están el debate y la autocrítica. No aquella humillante que obligó al poeta Heberto Padilla, en 1971, para salvar su integridad y acaso su vida, a renegar de sus obras y sus ideas que cuestionaban el régimen de Fidel Castro, que tuvo apenas una década de "romance" con artistas e intelectuales y luego reprimió con rudeza, cárcel y exilio cualquier disidencia, la sexual incluida. La autocrítica en el sentido de que el feminismo ha luchado desde siempre por las libertades, cómo no por la libertad de expresión, con los límites de los derechos humanos y la autocrítica en el sentido de que no se puede confundir crítica, reescritura, revisión, sarcasmo, burla, derecho a decir que nos da enorme pereza el machismo en las letras, que apesta; con prohibición, censura, inquisición o exterminio.
Tampoco con "buenismo", en el tono del machismo galante y burlón que quiere reducir la crítica feminista a un Manual de Carreño o un Misalín del siglo XXI. Peor con muerte de la literatura. ¿O el buenismo va a matar la literatura? No hay acuerdos. Y siempre pasa con las mujeres, o nuestros planteamientos se trivializan (buenismo) o se llevan al extremo (puritanismo censor). Es fácil desarmar sin un mínimo de complejidad y lucidez al buenismo y al puritanismo censor. Pero la crítica feminista no es lo uno ni es lo otro. Esta estrategia de mentir, de partir de premisas falsas, evade el debate real, los privilegios, las comodidades, el terreno ganado y que no se quiere perder y la inevitable muerte de las musas, porque los escritores patriarcales no quieren lectoras indignadas, sino musas que les inspiren y les aplaudan, les laven la ropa y les tengan listas las cosas para brillar y ganar un Nobel.
Va siendo momento de bostezar y cambiar de página.
Gran diferencia.
Los motivos de la censura puritana eran unos (obscenidad, atentado a la moral y las buenas costumbres) y el análisis feminista dejaba ver otras cosas: la hiperbolización de la potencia sexual masculina, la violación sexual como modus vivendi y el patetismo detrás de la inverosimilitud de las narraciones, que señalaban a las víctimas como seres "maleables e inconsistentes como la arcilla común, que ejecutaban con sorprendente docilidad las órdenes del héroe y protagonista que les daba con el único propósito de humillarlas y ennoblecerse", palabras de Millett. En una escena el portentoso héroe obliga a su víctima a caminar desnuda y de cabeza sobre sus manos y a recorrer la habitación de esta forma, durante un tiempo prolongado. Millett señala lo absurdo de la escena y también el mensaje detrás de eso.
Pero todos los Trópicos de Miller viven, con las mordazas su obra no ha dejado de circular. Es bueno que se la pueda leer (si alguien lo desea) desde una mirada crítica. Asimismo, la crítica feminista al derecho penal busca despenalizar el aborto desde la libertad y la igualdad, y también proteger bienes jurídicos tradicionalemente relegados, a través de la prevención, investigación, sanción y reparación de conductas que antes eran consideradas "normales" o quedaban como problemas privados (p.e. violencia de género, esclavitud sexual, feminicidio).
No hay que olvidar que el feminismo es un humanismo y una filosofía que defiende las libertades y eso lo ha hecho impopular desde siempre. Que el populismo penal (enarbolado históricamente por la derecha socialcristiana y alimentado por las ansias de seguridad de las mayorías que creen que con cárcel se solucionan los problemas, a costa de los más pobres) que pide pena de muerte a los violadores y feminicidas tome a las demandas feministas distorsionadas como pretexto para ganar empatía, no debe ser imputado al feminismo, sino a lecturas aprovechadas que lo instrumentalizan y a posiciones reaccionarias del mismo conservadurismo de siempre y de su efectismo populista.
Que el feminismo apueste por lecturas críticas de las obras de arte, al alcance de todxs, no significa que se quiera llevar al patíbulo a los escritores machistas o a las obras que lo sean. Ni siquiera se debe buscar censurarlos, porque eso es peligroso, en una sociedad donde la censura se maneja desde el poder y los valores que defiende, que casi siempre son conservadores y discriminatorios. Los escritores tienen que saber que el público ya no recibe pasivamente las obras y que hay otras narrativas, otras voces. Que se puede crear sin discriminar o que se si algo se escribe, es susceptible de crítica. Así como cosas impropias, erráticas o deleznables pueden publicarse, criticarlas es parte de la libertad de expresión.
Nos dicen ahora que el feminismo es "el mayor enemigo de la literatura"cuando el machismo es el mayor enemigo de las mujeres. Sé que estamos en una coyuntura complicada que no admite matices, pero quien no quiere verlos y asume que el feminismo es censor, no sabe qué es la crítica literaria feminista y banaliza la censura. Sólo reprime el derecho a criticar, que también es libertad. Y el derecho a la crítica es lo único que queda a quienes no tienen el poder de expresarse o el éxito de los escritores del canon patriarcal y su amplísimo prestigio y difusión.
Por eso, confundir "feminismo" con "puritanismo" es falaz, como también lo es endosar al feminismo escenarios apocalípticos y reprochables como censuras, humillantes autocríticas (práctica estalinista que obligaba a los intelectuales a retractarse públicamente de ideas no afines al régimen), exterminio, exilio y suicidio de escritores. Poner la crítica feminista al nivel de los totalitarismos de izquierda y de derecha y de las iglesias inquisidoras, es lo mismo que decir "feminazi", es mentir.
Los matices, hoy más que nunca, son importantes. No se ha inventado nada, han llegado muy polarizados al debate público, con la difusión que permiten las redes sociales, antiguos planteamientos. Ahora que el feminismo "está de moda", muchas personas sin conocimiento de cuál es la integralidad de sus propuestas se escudan en él para justificar lo injustificable. Como quien pide pena de muerte o cadena perpetua a los agresores de mujeres. O la misoginia de siempre le atribuye al feminismo un poder que no tiene y que nunca querrá tener: el de oprimir al revés, que es insensato y contrario a la igualdad.
Para volver a las claridades y los matices están el debate y la autocrítica. No aquella humillante que obligó al poeta Heberto Padilla, en 1971, para salvar su integridad y acaso su vida, a renegar de sus obras y sus ideas que cuestionaban el régimen de Fidel Castro, que tuvo apenas una década de "romance" con artistas e intelectuales y luego reprimió con rudeza, cárcel y exilio cualquier disidencia, la sexual incluida. La autocrítica en el sentido de que el feminismo ha luchado desde siempre por las libertades, cómo no por la libertad de expresión, con los límites de los derechos humanos y la autocrítica en el sentido de que no se puede confundir crítica, reescritura, revisión, sarcasmo, burla, derecho a decir que nos da enorme pereza el machismo en las letras, que apesta; con prohibición, censura, inquisición o exterminio.
Tampoco con "buenismo", en el tono del machismo galante y burlón que quiere reducir la crítica feminista a un Manual de Carreño o un Misalín del siglo XXI. Peor con muerte de la literatura. ¿O el buenismo va a matar la literatura? No hay acuerdos. Y siempre pasa con las mujeres, o nuestros planteamientos se trivializan (buenismo) o se llevan al extremo (puritanismo censor). Es fácil desarmar sin un mínimo de complejidad y lucidez al buenismo y al puritanismo censor. Pero la crítica feminista no es lo uno ni es lo otro. Esta estrategia de mentir, de partir de premisas falsas, evade el debate real, los privilegios, las comodidades, el terreno ganado y que no se quiere perder y la inevitable muerte de las musas, porque los escritores patriarcales no quieren lectoras indignadas, sino musas que les inspiren y les aplaudan, les laven la ropa y les tengan listas las cosas para brillar y ganar un Nobel.
Va siendo momento de bostezar y cambiar de página.
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