Catorce patriarcas se toman el Concejo Cantonal (o sin paridad no hay gobernabilidad)

¿En qué momento las mujeres se pueden volver ficticias?
Mayra Martell
El día de ayer llegué un poco tarde a la sesión de Concejo Cantonal que se instaló debido al fracaso de la sesión inaugural en la que por ley debía nombrarse a la vicealcaldesa, dado que no hubo votos suficientes para ningunx de los candidatos. Casi no me dejan entrar, tuve que pelear con la guardia ciudadana como nunca, en un espacio a todas luces ajeno, lleno de festejantes del alcalde en funciones.

La sesión inaugural a la que no fui, pero que seguí atentamente por Radio Ciudad fue desastrosa. No se cuidó la legalidad del proceso desde el inicio. El Concejo Cantonal debía restringir sus votos a una de las dos concejalas para la vicealcaldía, de acuerdo con la norma expresa del COOTAD, artículo 317, inciso dos. Donde el alcalde es varón, debe elegirse a la segunda autoridad del ejecutivo municipal de conformidad con el principio de paridad de género, donde fuere posible. Es decir, la única manera de no elegir una vicealcaldesa hubiese sido si no existían concejalas mujeres. En esa ocasión se mocionó a Pablo Burbano como vicealcalde y tuvo seis votos. Luego, se mocionó sucesivamente a Marisol Peñaloza y a Paola Flores, quienes tuvieron cada una cuatro votos. No hubo mayoría para ningunx de los tres candidatxs pero sí una mayoría de votantes que pisotearon la Constitución y la ley y que decidieron que en la ciudad solo habitan varones maduritos que pueden hablar de y por nosotras. Me llamó la atención que por Marisol no votaron sus propios compañeros de bancada. Parece que Renace el Poder Cuencano machista con los “nuevos” que tienen en común su intolerancia a las mujeres, a diferencia de anteriores períodos donde hubo respeto a la paridad.
El primer candidato, inconstitucionalmente propuesto, fue un señor Burbano a quien no tengo el gusto de conocer de nada. No se me ocurriría preguntar -como se suele hacer con las mujeres- si acaso está lo suficientemente preparado para el cargo, si tiene currículum o capacidades, si no estará de concejal sólo por guapo o porque es amigo del alcalde en funciones, títere de quién es, qué dirá su esposa sobre su participación en la concejalía, dónde estarán sus hijos mientras él desempeña sus funciones, quién les cuidará en su ausencia, de qué marca será el traje que usó en la sesión inaugural, porque si es Carolina Herrera habrá que ver si le queda bien o no, porque esa ropa no es para todo el mundo, peor si se autodenomina de izquierda, se sabe. Todos estos son comentarios que no se hacen sobre los hombres.
Cuando llegué a la sesión, apenas pude encontrar un hueco para sentarme y gustar del programa. Ya era tarde: habían vuelto a mocionar a Burbano para vicealcalde. Ni siquiera se mocionó otra vez el nombre de Paola o de Marisol porque ya se había cerrado de manera previa un “pacto de caballeros”. El principal argumento del apoyo a Burbano no era su carpeta ni sus méritos (los que siempre nos piden a las mujeres cuando de sobra sabemos que la elección popular es democrática y que la ley no pide esos requisitos, porque de los varones el mérito se presume y nosotras debemos demostrarlo) sino que se trataba de un tipo de toda la confianza del alcalde y que él debía poder tener gobernabilidad. Esa palabra. Si el espíritu de la ley fuese que el vicealcalde o la vicealcaldesa fuesen prácticamente servidores de confianza del Alcalde, la ley les mandaría a presentarse en binomio, como ocurre con la prefectura.
El espíritu de la Ley de Régimen Municipal y del COOTAD es que, desde el inicio, jueguen los pesos y contrapesos de las democracias locales. Si el alcalde hubiese tenido una amplia mayoría de concejales pues la democracia le permitía tener los votos para elegir a la de su confianza como vicealcaldesa. Si no fue así, pues tenía que jugar al juego bonito de la política, a los consensos cimentados en el ordenamiento jurídico que es claro en asuntos de equidad de género y sobre el que todavía nos falta incidir porque la ley no solo se desconoce, sino también se burla, como pasó ayer.
No estuve desde el inicio de la sesión, pero sé que la concejala Paola Flores pidió que se dé lectura a la resolución del Consejo Cantonal de Protección de Derechos que exhortaba a las flamantes autoridades a cumplir con la designación de una vicealcaldesa y que, ignorada, ante la moción de nombrar a Burbano como vicealcalde, salió de la sala de sesiones, en un gesto de dignidad.
Cuando yo llegué a la sala la Paola no estaba. Desde mi modesto ángulo la Marisol no aparecía. Lo que vi fue apocalíptico, una sala de concejales repleta de varones. Desde que tengo uso de razón nunca vi algo similar. La primera vez que visité la sala de sesiones del Concejo Cantonal, cuando pasante, fue para dejar unos documentos, allá en 2004. Me intimidó la belleza del espacio y también vi algunas mujeres concejalas. Nunca pensé que unos años después ocuparía, muy joven, una silla en ese mismo espacio. En 2009 fuimos seis mujeres concejalas. En 2014 fueron 8 mujeres y luego de sucesivas renuncias de los varones llegaron a ser 13. El cambio me conmocionó visualmente y también emocionalmente. ¿En qué momento las mujeres se pueden volver ficticias?
No es que el electorado no nos prefiera. Es que las reglas del juego político siguen siendo patriarcales. De 38 listas de candidatos/as a concejales/as apenas 7 mujeres fueron cabezas de lista, que son las posiciones elegibles. Por ejemplo, Gabriela Brito tuvo una buena votación individual pero el método de asignación de escaños no favoreció su triunfo. Las circunscripciones pequeñas, la posibilidad de elegir entre listas, lo dividida que estuvo la votación entre tres fuerzas políticas, incidió en este resultado nefasto para las mujeres. Todo esto, aparte de las reglas de juego no escritas que impiden a las mujeres participar en igualdad de condiciones con los hombres. Peores indicadores de pobreza, empleo, dificultad de conciliación, estructuras machistas de poder, autosegregación de las mujeres que prefieren estar fuera de la política y la misoginia y la violencia política en razón de género que perjudican a las candidatas.
Hace cinco años escribía el post “Sobre el caso #RuthCaldas y el principio constitucional de paridad”. En ese entonces Alianza PAIS desconociendo la paridad quiso, con mayoría, nombrar vicealcalde a Leonardo Berrezueta. Sin embargo, hubo un consenso para respetar este principio y PAIS se quedó sin dos concejalas, sin vicealcalde y comprendieron que irrespetar los derechos de las mujeres tendría un costo político.
Desde la vigencia del COOTAD siempre la ley se ha respetado en Cuenca. Hoy asistimos a una flagrante vulneración de los derechos políticos de las mujeres cuencanas, que hemos sido tradicionalmente bien representadas en el Cabildo cuencano y gracias a quienes Cuenca se convirtió en su momento en un referente de Concejo Cantonal sensible al género, con una serie de programas, proyectos, ordenanzas y acciones encaminadas a la igualdad, en coordinación con las organizaciones de mujeres.
El día de ayer me dio mucha tristeza ver cómo, hombre a hombre, todos hablaban de democracia, de gobernabilidad –que al parecer es como ahora debe llamarse, políticamente, a la misoginia de la exclusión unánime de los varones hacia las mujeres- de consensos de caballeros, de la perspectiva de género como un asunto opcional, de la ley como algo que puede cumplirse o no, de la necesidad de que el alcalde tenga un segundo a bordo “de toda su confianza”, de la importancia de ceder posiciones, y todo muy políticamente correcto, como si se tratase de las reuniones de los años ochenta en que, con cigarrillo y whisky en mano, los varones hacían gala de una honorabilidad que traspasaba fronteras ideológicas.
Me llamó la atención también que los concejales que un día antes enarbolaron discursos de equidad de género, callados se adhirieron a la candidatura de Burbano. Seguramente hubo una negociación de votos a cambio de comisiones, esas cosas no me asustan, son normales en política, pero revelan un uso interesado de los conceptos feministas mientras no molesten a sus intereses.
Marisol, sola, votó en blanco, tímidamente. Quizás ese voto fue la forma de no quedar mal con los señores de aplastante mayoría y de no quedar mal con las organizaciones populares y de mujeres que le apoyaron. Lo último que debemos hacer es reclamarle a Marisol este gesto ambiguo, sin darnos cuenta de que catorce patriarcas se tomaron el Concejo y que ella es quien más pierde en este juego.
Yo creo que caben acciones en contra de esta decisión inconstitucional del Concejo Cantonal que replicaron varios municipios y que da cuenta de que los derechos de las mujeres nunca están lo suficientemente seguros ni ganados. Que no me vengan a decir que no importa si es hombre o mujer, sino si tiene o no mérito. El mérito no es neutral en términos de género y está comprobado ampliamente que todas las políticas de inclusión para mujeres han sido promovidas por nosotras. Hemos retrocedido quizás unos treinta y cinco años en participación política de mujeres. Esto nos mueve a apoyar a Marisol y a Paola en sus acciones, a hacernos sentir desde las organizaciones feministas exigiendo la garantía de nuestros derechos y también a dejar el mensaje al Concejo Cantonal patriarcal que se ensimismó en el monopolio masculino del poder que tiene un gran costo político dejarnos fuera de la cancha y que sus acciones son machistas, irresponsables y vergonzosas. La mayoría de cuencanas somos mujeres jóvenes, ellos no nos representan y su famosa gobernabilidad la quieren construir sobre nuestra exclusión. No pasarán.

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