Son quince años ya desde el primer Salón de la Comunicación y esta edición se ha planteado como conmemorativa y de aniversario. Cuando me pidieron que intervenga, como parte del Comité Permanente del OCC, pensé en la significación social que en el contexto latinoamericano tiene para las mujeres el cumplir quince años. Existe la tradición, que hoy se cumple menos a rajatabla, de tomar esta edad como un ritual de transición de niña a mujer. Los orígenes de esta ceremonia iniciática están en la concepción de la “señorita debutante” quien deja la infancia para presentarse ante la sociedad como lista para el matrimonio. Aunque esta práctica conservadora ha cambiado paulatinamente, aún se considera importante para muchas adolescentes esta edad y se continúa celebrando de modo especial, ya no con la fiesta rosada pero sí con celebraciones informales, con familiares y amigos, o viajes.
En el fondo de esta costumbre todavía arraigada –vestido rosa, uso de zapatilla, maquillaje, corona, corte de damas y cortejo de caballeros- está el imaginario del “deber ser mujer” asociando la adolescencia con la capacidad reproductiva como una consecuencia natural del desarrollo de las niñas. Las mujeres son para los otros, las mujeres son bellas, las mujeres son madres.
El mes de marzo es un indicador importante de la serie de imaginarios de género con los que como sociedad convivimos. Aunque el movimiento feminista y sus reivindicaciones teóricas, sociales, políticas, económicas y culturales avanzan y millones de mujeres, en todo el mundo, nos tomamos las calles en unas marchas más multitudinarias que otras, el eterno femenino sigue permeando una fecha que debe ser conmemorativa y reivindicativa de los avances logrados por las mujeres en nuestro camino no ya solo a la igualdad jurídica y de facto, sino a la emancipación; convirtiéndose un día de homenaje a las obreras que con su vida reclamaron mejores condiciones laborales y sociales, en una suerte de San Valentín en que la galantería aflora y donde las flores, chocolates y mariachis continúan en nuestro medio vaciando de contenido político a la fecha.
El 8 de Marzo sigue siendo como esa fiesta de quince, una en que las mujeres, que aún experimentamos brechas salariales, sobrecarga de trabajos domésticos y de cuidado, discriminación y violencias en los espacios públicos y privados, nos convertimos en especiales: los seres más bellos de la tierra, la más delicada creación. En palabras de Vicente Fernández, divinas, en palabras de Arjona, musas. Una de las más complicadas tareas del feminismo en el nivel práctico y en la pedagogía cotidiana es expresar críticamente el desacuerdo con la banalización de la fecha y su tratamiento acaramelado. ¿Por qué se ofenden si las halagamos? Nos preguntan. La violencia simbólica detrás de los ritos sociales, de las prácticas culturales y de su representación en los medios de comunicación debe ser quizás lo más desgastante y difícil de explicar. En el fondo, es esa estructura de pensamiento el caldo de cultivo para violencias mucho más graves: incesto, abusos sexuales, embarazos forzados, violencias de género y feminicidios. Frances Olsen se refiere claramente al fenómeno de la violencia como una moneda de dos caras que puede resumirse en exaltación y degradación:
"Los hombres han oprimido y explotado a las mujeres en el 'mundo real', pero también han colocado a las mujeres en un pedestal, situándolas en un mundo de fantasía. Los hombres exaltan y degradan simultáneamente a las mujeres (...) como también a los conceptos del lado 'femenino' de los dualismos. La naturaleza, por ejemplo, es glorificada como algo respetable, como un valioso objeto de conquista por parte de héroes masculinos, y simultáneamente es degradada como una materia inerte, y es explotada y manipulada de acuerdo con los propósitos de los hombres. De modo similar, la sensibilidad y la subjetividad irracionales son al mismo tiempo glorificadas y denigradas. Por más que se quiera romantizar las virtudes "propias de las mujeres", la mayoría de gente aún cree que lo racional es mejor que lo irracional, la objetividad es mejor que la subjetividad, y que ser abstracto y universal es mejor que ser concreto y particular. De todas maneras, la cuestión es más compleja porque nadie quiere eliminar realmente del mundo de forma total lo irracional, lo pasivo. Pero generalmente los hombres quieren tomar distancia de estos rasgos y pretenden que las mujeres sean las irracionales, pasivas, débiles, etc. Para las mujeres, esta glorificación del lado "femenino" de los dualismos, resulta hipócrita."
Hace quince años ya, el Grupo de Apoyo al Movimiento de Mujeres del Azuay, GAMMA, y su equipo técnico lideraron la propuesta del Observatorio Ciudadano de la Comunicación con múltiples entidades e instituciones que se fueron sumando. Una de aquellas que ha acompañado técnicamente y financiado el proceso con mayor permanencia es la Coordinación de Equidad Social y de Género del GAD Municipal del cantón Cuenca. En 2000 se impulsó por primera vez en Cuenca la construcción del Plan de Igualdad de Oportunidades entre mujeres y hombres con el levantamiento previo de información sobre las inequidades de género en el cantón. En 2001 se convocó al Primer Cabildo Cantonal por las Mujeres que se desarrollaría con amplia participación. Una de las mesas de trabajo para la construcción del PIO fue sobre Comunicación y medios. Como uno de sus objetivos, planteaba promover el ejercicio de la participación ciudadana y la equidad de género desde iniciativas comunicacionales y, como línea de acción operativa, organizar un observatorio local contra el sexismo, que sancione a quienes producen mensajes discriminatorios y considere la creación de estímulos para impulsar una nueva forma de hacer comunicación en el marco de los derechos humanos en general y de los derechos de las mujeres en particular.
En estos quince años, varias instituciones han acompañado este proceso. El Comité Permanente del OCC está constituido por 11 instituciones/organizaciones: GAD Municipal de Cuenca a través del Concejo Cantonal y de la Coordinación de Planificación y Gestión por la Equidad Social y de Género; Prefectura del Azuay, Defensoría del Pueblo (Azuay), Asociación de Derechos Humanos del Azuay, Unión Nacional de Periodistas, Unión de Periodistas del Azuay (UPA), Red Interinstitucional de Atención y Prevención de Violencia Intrafamiliar (RIAP-VIF), Cabildo por las Mujeres de Cuenca, Consejo Cantonal de Protección de Derechos, y GAMMA. Es destacable y ha sido objeto de estudio, reconocimiento internacional e intercambio de buenas prácticas este ejercicio de participación ciudadana, sensibilización, exposición de las publicidades y su calificación por chicos y grandes como sexistas o inclusivas y de trabajo conjunto con agencias, periodistas y medios de comunicación en jornadas de profesionalización que han ido elevando la capacidad crítica de la ciudadanía y la difusión de herramientas para ver con otros ojos lo que parece normal y cotidiano y desafiarlo.
Los medios de comunicación reproducen la realidad pero también pueden crear otra realidad, visibilizar otras formas, marginadas, de habitar en el mundo y desafiar los roles de género imperantes que, como en el caso de las celebraciones de quince años se han ido flexibilizando. En estos quince años cada vez más varones están comprometidos con el espacio doméstico y de cuidados, aunque aún las desigualdades son la regla; muchas mujeres participan de las decisiones públicas en roles no tradicionales; niñas, niños y adolescentes, jóvenes, adultos y adultas mayores, personas con discapacidad, afroscendientes, indígenas, en situación de movilidad humana, privadas de la libertad, disidentes sexuales y de género han hecho visibles sus problemáticas y también hablan por sus diferencias para que estas no se conviertan en desigualdades sociales.
En el marco del ejercicio del derecho a la libertad de expresión, surge la importancia de su relación con otras garantías, como el derecho a la igualdad y no discriminación, elemento fundamental en las democracias modernas. Abogamos en este proceso por la pérdida de privilegios, la garantía de derechos y el igual valor de todas las personas, independientemente de su sexo, género, orientación sexual, condición salud, discapacidad, procedencia, edad, estatus migratorio y cualquier otra distinción personal o colectiva.
Las demandas por mayor igualdad y no discriminación están son implícitas en los procesos de construcción de ciudadanía. El OCC, a través de una metodología amigable, enseña a la comunidad qué son los estereotipos de género y por qué hemos detectarlos, desmantelarlos e irlos erradicando de nuestra sociedad. Los quince años de experiencia de este modelo pionero de cooperación y diálogo público-privado-comunitario que ha convertido a Cuenca en una ciudad más o menos libre de publicidad sexista y violenta, son una oportunidad de reflexión sobre los avances y límites del pleno ejercicio de los derechos humanos de las mujeres y también son una invitación para celebrar una buena práctica que ha rendido frutos: más mujeres visibles en los medios de comunicación y no solamente como cuerpos fragmentados, en roles tradicionales o estereotipados, más varones en el espacio de casa y de los afectos, más personas comprometidas con la igualdad, para la que falta mucho aún. Hay que transformar en la conciencia individual pero sobre todo en la lucha colectiva estos patrones antiguos que no son nuestro destino, que podemos desafiar.
Hoy en día es urgente mantener este espacio de formación cuando en todos los países grupos anti derechos pretenden retomar como única forma legítima de habitar en el mundo los más rancios modelos sexuales y de género, que se van cayendo a pedazos y están en crisis por el despertar masivo de las mujeres y de las disidencias sexuales. No lo permitiremos.
Volviendo a la alusión a la fiesta de quince, les invito a dar la vuelta a todas aquellas tradiciones y costumbres que hemos naturalizado. Que estos quince años sean nuestro ritual de paso –sin retorno- hacia la plena igualdad.
Comentarios
Publicar un comentario