Justicia para le Magistrade Ociel Baena



Ociel Baena, por Pepita Machado. 2023.

El crimen contra Ociel Baena, persona no binaria y magistrade del Tribunal Electoral de Aguascalientes, México, activista LGBTIQ+ y experte en derechos político electorales, ha desatado un debate entre defensorxs de derechos humanos y actores antiderechos sobre sus posibles móviles. Mientras les defensores de derechos humanos exigen justicia y una investigación imparcial y expedita de lo ocurrido, y que se puede tratar de un crimen de odio, habida cuenta del papel disruptivo
del magistrade en la escena política de un país con una cultura fuertemente patriarcal y heterocisnormativa; hay quienes aluden al viejo argumento del “crimen pasional” por las circunstancias de la muerte del magistrade y su pareja, hipótesis avalada por la Fiscalía y que se convierte en una forma de oscurecer una lucha histórica de los movimientos feministas y de las diversidades sexo-genéricas por la comprensión situada y específica de las maneras en que las mujeres y las feminidades o personas no binarias podemos ser privadas de nuestras vidas.

Esta muerte me ha conmovido especialmente, porque siempre he tenido la mirada en tres lugares, un corazón dividido entre el arte, la vida emocional y algo tan rígido en el derecho. Para el arte, creo que Juan Gabriel ha sido un ícono importante de disidencia, amparado por la permisividad del performance en los escenarios teatrales de la canción. En la vida emocional Walter Mercado, un ser no binario antes de que la palabra exista, que hizo de su vida su pasarela y que seguramente sigue paseando sus capas entre las estrellas como una más. Pero en el mundo del derecho nos faltaban esos referentes porque la propia formación forense nos llevó a acartonarnos y “disfrazarnos” con lo que se entiende por elegancia y en una clave absolutamente binaria. Me imagino todo por lo que debió haber pasado en la carrera de derecho Ociel, casi de mi edad, cuando no teníamos ningún modelo distinto y cuando la vida trans estaba condenada a formas muy precarias de violencia, negación de entornos familiares, servicios de salud y educación. Me imagino la ilusión que sintió la primera vez que pintó sus labios de rojo, como aquellas travestis que miran a su primer vestido como su primer “cuarto propio”.
Me imagino también el cuidado curatorial en la elección del outfit diario de le magistrade y cómo en eso se parecía a otras feminidades, que además de la competencia profesional, el estudio y tener a la mano siempre la palabra precisa, acunada en madrugadas sin dormir, somos presas voluntarias del mito de la belleza y de la placentera esclavitud del adorno.
Quise hacer un dibujo que espero que haga un poco de justicia a la hermosura de Ociel. Sobre todo, mi interés fue copiar, tal cual, uno de sus outfits que a mi juicio lo representa en absoluto esplendor, con la bandera no binaria de fondo. Porque por supuesto que hay un reto mental y emocional en entender que existen personas que no son lo uno, ni lo otro, ni se consideran en el medio, sino que se posicionan más allá del género.
Todo crimen contra una persona LGBTIQ+, además figura política y pública y activista incansable, debe investigarse, por protocolo, como crimen de odio. Quienes apoyan la tesis del vetusto “crimen pasional” (categoría creada por la misoginia para perdonar y minimizar a los machistas por sus violencias feminicidas como si tuvieran derecho a matar a una mujer por una “emoción violenta” y que de fondo tiene la impronta de considerar a las mujeres como objeto y como propiedad) lo que desean es que no se politice ni se polemice, que no se investigue, que se individualice el problema, que todes pensemos que se trataba de una persona problemática, con adicciones y que más bien se lo merecía. El mismo trato inhumano que se da a las mujeres víctimas de feminicidio y a las personas de las diversidades sexuales y de género que tienen más probabilidades de morir de manera violenta que quienes no escapan a la norma. Incluso si se tratase de un acto de violencia de pareja extrema, no se lo puede despojar de unas estructuras que permiten que esto ocurra y de un estado que falla al no prevenir, atender, investigar y sancionar todas las formas de violencia patriarcal y heterocisnormativa.
No puedo dejar de sentir mucha indignación por cómo se está abordando lo sucedido, desde el estúpido uso de cursivas y de comillas para nombrar a una persona como decidió ser nombrada, hasta en medios de comunicación serios y de talla internacional. Y que el debate se siga centrando en la burla del uso de la e en el lenguaje inclusivo como estrategia legítima que reconoce esta existencia postergada, que se afirma, a través, precisamente, de la palabra creada y del vestido. Y de la insistencia de los antiderechos en negar que el crimen tiene connotaciones de violencia de género y de odio, para supuestamente “destruir” los argumentos de les defensores de derechos humanos.
En 2015 me sorprendió gratamente que un sacerdote católico ofició una misa en honor de Julio Plaza, dueño de Julio’s Peluquería. Una persona que también tuvo características no binarias y además una fe. Y he pensado en un tuit que decía que cómo puede ser que la única forma en que una persona abiertamente LGBTIQ+ pueda estar en un altar de la Iglesia Católica sea en un ataúd.
Como siempre, la muerte nos conmueve de maneras inimaginables, remueve muchas cosas y pone a pensar. La dignidad de Ociel, su fuerza, su alegría, sus colores, sus outfits, sus ganas de vivir y su poder personal tampoco fueron garantía de una vida más larga. Incluso, al convertirse en un referente de éxito aun en la obvia disidencia, fue luz para muchas otras personas, sobre todo más jóvenes. El mayor homenaje que podemos hacer a Ociel, además de honrar su legado, su trabajo comprometido para promover la participación electoral y política de las personas LGBTIQ+, su preparación académica y su visibilidad, es no retroceder. Es ser nosotrxs mismxs, es exigir justicia y recordar lo regie, elegante, belle que fue y cómo, con tanta generosidad, regaló al mundo el espectáculo de una existencia auténtica y rutilante, en lo breve.

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